lunes, 24 de junio de 2013

Para B.

Supongo que el problema empieza
en que no te conozco tanto como
para saber interpretar tus señales.
Compartimos besos pero no vida.
Y eso hace que no encajemos en
este puzzle de medidas imperfectas.
Nos lanzamos como profesionales
a la pista de baile a deslizarnos por
un suelo escurridizo y confundimos
cada tropiezo con un fracaso cuando
en realidad, lo único que hacíamos era
aprender(nos) a bailar.
Nos acostumbramos a soñar desnudos
y olvidamos arropar el corazón.
Y un día se constipó.
Y cuando llegó la enfermedad
se acabaron los milagros, y los besos
no curaban sino que nos agrietaban
los labios.
Pero seguíamos pidiendo más,
como noveles que no saben leer las
señales de stop.
Y ahora, a mis tardes integrales
no acompañan tus desnudos.
Parece ser, que al final, nos contagiamos
de todas las despedidas que observamos
en los aeropuertos, y cogimos
el primer vuelo que viajaba
hacia atrás.
Hasta el pasado anterior a conocernos
y vestimos de olvido nuestro cuento
como si nunca hubiéramos existido,
juntos.
Pero hay una cosa que ni el tiempo
ni la ausencia pueden comprender y, es,
la intangibilidad de nuestra historia.
Que a pesar de todo, y de todos,
siempre seremos el siempre
que un día fuimos.

lunes, 17 de junio de 2013

Corazón cobarde.

"La felicidad no existe.
existe ser feliz cada día".
Albert  Espinosa


El cosquilleo de la felicidad es una alarma de incendio, 
que me prepara para sacar los dientes, cuando tratan 
de dibujarme la sonrisa.

Tengo un ejército de miedos anidando en las cosquillas. 
No me las busques, que lo despiertas.

Tantas veces he confundido la adrenalina de la caída libre 
con la libertad que ya no sé si vivo a base de vértigo o 
de soledad. O ambos.

Las caídas se llevan mejor cuando hay una mano esperando 
en la pista de aterrizaje con todo el equipo de primeros auxilios para curarnos las heridas. Pero la hostia, lo siento, es la misma.

No nos engañemos, podemos vivir solos, pero no queremos.

Queremos amortiguadores para cuando fallen las alas, 
pero primero, nos falta el cielo. Que inocente es el amor 
cuando es mentira.

Y que cobarde.

Como yo. Que he caído en el equívoco de evitar la calma 
que ofrece tu espalda y me he acomodado en el error, 
haciendo de él mi lado del sofá, cogiendo polvo en el 
olvido de todo lo que aún tiene que llegar.

Perder antes de ganar por miedo a perderlo después. 
Y perder en ello la oportunidad de ser feliz.

Cada día.

Sin cosquillas.

Dejemos de crear monstruos en pasillos que no llevan a ninguna parte, y empezamos a ser felices, ¿No?