"La felicidad no existe.
existe ser feliz cada día".
Albert Espinosa
El cosquilleo de la felicidad es una alarma de incendio,
que me prepara para sacar los dientes, cuando tratan
de dibujarme la sonrisa.
Tengo un ejército de miedos anidando en las cosquillas.
No me las busques, que lo despiertas.
Tantas veces he confundido la adrenalina de la caída libre
con la libertad que ya no sé si vivo a base de vértigo o
de soledad. O ambos.
Las caídas se llevan mejor cuando hay una mano esperando
en la pista de aterrizaje con todo el equipo de primeros auxilios para curarnos las heridas. Pero la hostia, lo siento, es la misma.
No nos engañemos, podemos vivir solos, pero no queremos.
Queremos amortiguadores para cuando fallen las alas,
pero primero, nos falta el cielo. Que inocente es el amor
cuando es mentira.
Y que cobarde.
Como yo. Que he caído en el equívoco de evitar la calma
que ofrece tu espalda y me he acomodado en el error,
haciendo de él mi lado del sofá, cogiendo polvo en el
olvido de todo lo que aún tiene que llegar.
Perder antes de ganar por miedo a perderlo después.
Y perder en ello la oportunidad de ser feliz.
Cada día.
Sin cosquillas.
Dejemos de crear monstruos en pasillos que no llevan a ninguna parte, y empezamos a ser felices, ¿No?
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