lunes, 11 de marzo de 2013

Abriré en canal mi pecho para ti, coge mi corazón y hazlo latir.

Te acercaste la mano al corazón y vi como te alejabas por la acera. Permanecí inmóvil esperando que volvieras como siempre lo has hecho, a rescatarme. A susurrarme al oído pequeñita y a darme un abrazo eterno. Pero no sucedió. Te escapabas para siempre y no corrí detrás de ti. Lo hice una vez y me arrepiento de no haberlo hecho una segunda, tercera o cuarta ocasión.

Me dejé la vida, en aquella calle con luces de colores que tantas veces habíamos paseado cogidos de la mano. Yo, todavía permanezco allí.

Esperándote. Mirando en la dirección por la que te marchaste.


"... no hay finales felices, todo lo que se acaba es triste, y este cuento se acabó..."


Supongo que de pequeño, habrás sentido esa sensación típica de hormigueo en el estómago. A mi me pasaba la noche de Reyes o cuando iba a cumplir años.
No sientes lo mismo el día que te examinas del carnet de conducir, o cuando te gradúas, o cuando das un discurso delante de una clase abarrotada.

Porque, exacto, sólo pasa en los días especiales.

Especiales son, las doscientas treinta y tres mariposas que han sacudido mis entrañas desde hace doscientos treinta y tres días. Se han ido acumulando. Han revoloteado desde la punta de los dedos de los pies hasta mis pestañas. Que me han hecho sentir viva.

"Así que si hoy amaneces, y los pies te están doliendo... es porque estuviste toda la noche caminando por mis sueños"


Mi mundo, ese que yo creía tan sólido y fuerte. Que ni la piedra más dura del mundo podía rayar, se ha desmoronado como si fuera un castillo de naipes. Frágil y volátil. Ya ves. Toda una proeza la mía.
Recuerda siempre que si algo es cierto es que te quiero un mundo entero, con su belleza y su fealdad.



TE DECLARO UNA GUERRA DE AMOR.



Preparados... Listos... Ya...

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