domingo, 19 de junio de 2011

Vuelva usted mañana.

Sentí que alguien desconocido metía una mano en mis entrañas, las removía hasta encontrarlo, y entonces me lo arrancaba de cuajo. El corazón. Lo ví morir encima de una mesa de operaciones, latiendo cada vez más débilmente hasta que paró.
Y por dentro, vacío. Hueco. Espacio. Nada. Absolutamente nada. Creo recordar que no sentí dolor, pero sí vulnerabilidad. Era frágil y tus palabras eran disparos a bocajarro. Ojalá hubiera pedido a los Resye Magos un chaleco antibalas. Dos lágrimas recorrieron toda mi cara hasta caer al pantalón. Sólo.

Una vez me dijeron: mira niña, cuándo realmente quieras a una persona (sea quien sea) con todas tus fuerzas, con el corazón y el sentimiento sea verdadero no te importará nada, serás capaz de perdonar y dar otra oportunidad.
Y, cuándo esto sucede, no te saturas, no se necesita tiempo para estar tranquilo, no quieres distanciarte, no dices que nunca jamás volverás a ser cómo has sido hasta ahora.


Me has cerrado tus puertas. Tenían horario como si de una oficina del INEM se tratara. De 8h. a 14h.
Tengo la impresión de que he estado llegando todos los días cinco minutos antes de que cerraras, alargando tu jornada de trabajo.
Hace unos días cuando fui, como de costumbre, me encontré un cartel: Vuelva usted mañana.


Pero... mañana... a lo mejor, estoy durmiendo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario