domingo, 23 de septiembre de 2012

Placer y destrucción.

Me disparaste a quemarropa.
Me asesinaste. Ojalá y hubiera sido a la primera, pero no.
Estuve muriendo lentamente durante seis meses. Arranqué las hojas del calendario y nunca vi luz.
He visto como mis fuerzas se iban desvaneciendo poco a poco y como toda esperanza de sobrevivir se desvanecía.

Ha sido una tortura. Cruel y mezquina. Para los dos.
Deberíamos haber parado hace mucho tiempo. Nos gustaba jugar a la ruleta rusa y al final, como en todo, hay un perdedor y un ganador. Y esta vez, por una vez, he sido yo la ganadora.

Aún así, creo que en cierta manera, hemos muerto los dos. Tú más. Con esto, una parte de tí también se va, aunque estés convencido de que no.

Ya no habrá más dónde estás que no te veo, ni miradas con ansias de comernos vivos, ni madrugadas que se convertían en días, ya no seré tu conserje de noche, ni me subirás la falda, ni mirarás de reojo por el espejo retrovisor, no te rescataré de una noche de domingo, ni alquilarás vuelos sobre abismos apaisados, no te pondré carita de pena, ni será primavera dónde tú creciste. Tampoco buscaremos aparcamiento como el quien buscaba aliento, ni los semáforos serán puntos de derroche, no naufragaremos entre las sábanas de cualquier cama, ni trazaremos un plan para sobrevivir.


Si vuelvo a nacer... te busco, sin duda, detrás de la luna, del amanecer dónde tengo las de perder.

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